Para mí la simbiosis arte y naturaleza significa principalmente mantener un vínculo espiritual y emocional con la Madre Tierra, es aprender a apreciar y a disfrutar de la belleza del entorno natural, buscar la aventura y la libertad dentro del marco de la sociedad actual y no dejar de explorar el territorio de mi propia alma

Marruecos 2010 hacia Tarfaya I

El área al norte de Tarfaya es extremadamente pintoresca, con playas atlánticas vírgenes y una serie de naufragios surrealistas, claramente visibles desde la carretera, saliendo de entre las aguas.
lonely planet

Leer estas palabras en la guía fue suficiente para que mi imaginación se dejara llevar por entre las chatarras, cadáveres emergentes, siluetas huérfanas trazadas por la luz de la gran estrella. Ya caminaba por las orillas dejándome distraer por la respiración inquebrantable del Océano Atlántico. Mi piel se erizaba al sentir el vuelo rasante de las aves que iluminan el rostro de los naufragados. Respiraba su virginidad y deseaba acogerme en ella.

De Casablanca a las playas de Tarfaya:

Dejo atrás otras aventuras que no sé si llegaré a relatar y tomo carretera para llegar a Tarfaya. Con la sensación de soledad equilibrada, perdido el miedo a las sombras que acechan en todo lo desconocido, con la honestidad de los gestos anteponiéndose a la palabra llegué a Tiznit. El viaje fue largo después de tomar un autobús en Marrakech y otro en Agadir, se hizo de noche y la verdad, cuando no vas con itinerario marcado, adentrándote en lo inexplorado y sin manejar más que el idioma de la madre que te vio nacer, te invade una sensación de ser desamparado. En Tiznit tome un petit taxi que me dejó en un lugar que recomiendo, Legzira. Poco le queda a este espacio de hermosa naturaleza, donde las estructuras de las rocas abren espacios que conviene contemplar a través de la calina y bañados por la luz de la luna llena. Los elementos que ya destrozaron las costas del litoral español, ahora se ceban en estas lindes y amenazan el equilibrio del delicado ecosistema. Los bungalows surgen en lo alto del acantilado rompiendo las formas orgánicas, sus retículas lanzan un mensaje al Océano: pronto beberás de nuestros desperdicios. Sí, aquí también están llegando, la vorágine destructora de las constructoras crea urbanizaciones bien equipadas, ya sabéis, hasta campos de golf y supermercados.



Salí de Legzira con esa sensación de la que no me desprendo, amenazas constantes a la Naturaleza, a nosotros mismos en cualquier rincón del mundo. Comencé esta etapa del viaje ampliando las posibilidades de mi forma de viajar, el autostop no sólo es efectivo a la hora de parar, además te abre la posibilidad de conocer a personas del la zona, con ello y pese a la nombrada dificultad del idioma, otra cultura y las peculiaridades de cada lugar.

De Legzira a Sidi Ifni me cogió el propietario del albergue donde me hospedé, el Aubergue Legzira (lo recomiendo por su antigüedad y su ubicación a pie de playa, sus pescados a la brasa y un buen trato de todo el personal. La tranquilidad se veía un poco alterada por las obras en la azotea). Me contó que estaban preocupados por el impacto medioambiental que iban a tener las nuevas construcciones. Habían hecho lo imposible por detener esa aberración pero no hubo manera. Supongo que como pasó en España, dinero con el que untar a todos los que tiene que poner la firma.

Sidi Ifni-Goulmime en un petit taxi, un mercedes muy antiguo en el que compartía el asiento delantero con otro pasajero, detrás cuatro personas más. En las curvas de un lado se me clavaban los huesos del compañero, del otro todo era agarrarme donde podía no fuera que esa puerta se abriera saliendo disparado y volando por un acantilado.

En Goulmine me dejaron en la estación de taxis, allí un tipo me intentaba preguntar a donde me dirigía, como no le entendía muy bien fueron llegando otros personajes y uno tras otro hasta que apareció el que hablaba español. Jaquad viajaba hasta El Aaiún en una furgoneta pequeña, creo que era una Berlingo, llevaba chilabas que confeccionaba su familia y algo de cosmética para comercializar en esa zona del Sahara. Me ofreció llevarme hasta Tarfaya por una cantidad de dinero muy asumible dados los kilómetros que me esperaban y la comodidad del transporte. El viaje fue ameno y divertido intentando entenderme con él, contemplando el paisaje, turnándonos en conducir y otros acontecimientos que no tardaron en suceder.

Por la carretera a Tan Tan se apreciaba la desolación, la inhóspita extensión del desierto, costaba hacerte a la idea de cómo un ser humano se puede adaptar a esas condiciones de vida, pero lo hacen. Paramos a una señora que permanecía en la orilla de la carretera, le pidió a Jaquad si le podía llevar a Tan Tan. Continuamos el trayecto, yo seguía conduciendo, escuchaba el sonido de sus voces, me recreaba en la fuerza de la expresión de esa mujer saharaui salida del inhumano paisaje. Su figura quedaba envuelta en finas telas de color negro pero dejaba su rostro al descubierto. El mismo que opinaba de la dureza del desierto por sus profundas arrugas, respondía con una mirada viva y alegre. Al llegar a Tan Tan nos invitó a pasar a su casa para tomar un té. Nos adentramos en un sinfín de callejuelas hasta llegar allí. Nos recibieron con cordialidad y gratitud, nos pasaron a una habitación confortable, el suelo repleto de alfombras y almohadas fue protagonista de la hospitalidad saharaui. Fueron llegando miembros de la familia, el patriarca se sentó a mi lado con una mesita donde comenzó el esmerado ritual del té. Con qué mesura ponía las piedritas de azúcar en la tetera y llenaba los vasos, para volver a volcar el líquido ámbar en la tetera y volver a empezar. Nos sacaron un pan que mantenía todavía su calor, una esponjosa torta de superficie áspera que al tocarla te trasmitía la profundidad de una creación artesanal. De unos cuencos se desprendía el color verde intenso del aceite de oliva, los aromas afrutados no tardaron junto con el pan en llenar mi paladar. El patriarca sabía algunas palabras de español, las soltaba con un rostro serio pero las carcajadas de las mujeres que permanecían en otro grupo me hacían entender que era un hombre con buen sentido del humor. Al momento sacaron dos hermosas botellas de cristal tallado que contenían un delicioso yogur de cabra, no dejaban de llenarnos los vasos. Uno de los hombres salió y trajo una botella de colonia, yo me preguntaba si el olor de mis calcetines había causado mala impresión y buscaban una solución, pero no, en los siguientes días comprobé que forma parte del halago al invitado, nos bañó la cabeza a Jaquad y a mí. Nos despedimos agradecidos de esa familia que nos habían atendido con semejante hospitalidad y nos encaminamos hacia una mezquita donde Jaquad tenía que rezar.

Primer encuentro con la policía marroquí. Pasábamos cerca de una estación de autobuses, había un coche parado de la policía con tres de ellos dentro, me llamaron y pidieron el pasaporte en francés, yo nada, que no hablo francés, pues me dicen si hablo inglés, no, sólo español. Decir que los tres tipos daban un poco de miedillo y al mismo tiempo eran cómicos, parecían sacados de una película de espías en blanco y negro, tipo Casablanca. Yo no sabía como tratarlos ni como tomarme la escena, pero cuando me retuvieron el pasaporte y se pusieron bordes con Jaquad me fui preocupando. Querían saber que hacía yo por ahí, mi compañero de viaje les explicó que era turista que iba a hacer fotos por Tarfaya, peor, me preguntaban si era periodista, así un rato que yo no entendía nada y que Jaquad intentaba explicarse. Al final nos mandan salir inmediatamente de Tan Tan y no detenernos en ninguna parte hasta llegar a Tarfaya. No entendía nada, Jaquad me decía ¡Policía marroquí, policía marroquí! y se echaba las manos a la cabeza como con resignación. Así que ni rezos ni nada de nada, salir de allí cagando leches pues aquí le tienen mucho miedo a la policía. No tardaría en comprender el por qué de la actitud de esos personajes.

Seguimos la carretera y pasados unos kilómetros control de la policía…

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