Para mí la simbiosis arte y naturaleza significa principalmente mantener un vínculo espiritual y emocional con la Madre Tierra, es aprender a apreciar y a disfrutar de la belleza del entorno natural, buscar la aventura y la libertad dentro del marco de la sociedad actual y no dejar de explorar el territorio de mi propia alma

- 2007 Karajás. Isla Bananal, Tocantins, Brasil

Hace algunos días nos dimos un respiro de tanta filmación, estuvimos en Fontoura, aldea de los indios Karajás situada en Isla Bananal (la mayor isla fluvial del mundo), fue invitación de Tohobare, el cacique. Nos acompañó un personaje que conocimos al poco de llegar. Con él hemos hecho excursiones en la selva y por el río Araguaia; hemos ido de día y a la luz de la luna; también he podido cometer todo tipo de aventuras imprudentes (algún día os las cuento, que nadie se preocupe). Le llaman Natural, hace de guía, es una de las pocas personas que luchan por mantener el ecosistema de esta zona lejos de agresiones.

Los karajás celebraban el Hetohoky, un ritual de iniciación de los niños a la edad adulta, duraba varios días. El viaje a través del río Araguaia fue increíble, un perfecto preludio de lo que iba acontecer. La naturaleza que nos rodeaba era majestuosa, esa zona es reserva de los indios y se contempla como no deteriorada-arrasada por los intereses económicos de fazendeiros o multinacionales. Nos entretuvimos tanto en el trayecto que llegamos tarde a las celebraciones (no sabéis como me dolió, era cuando se engalanaban con pinturas, plumas y otros elementos sacados de la naturaleza). Pero bueno, allí estábamos, en la aldea Fontoura. Ya me conocéis, os podéis imaginar la emoción que recorría todo mi cuerpo. Cuando nos íbamos acercando a la aldea nos llegaba el sonido de sus ancestrales cantos, las cabañas de barro y paja se alineaban a orillas del río, algunas desprendían humo y el olor a comida indicaba que estaban asando pescado, las primeras figuras humanas se dibujaban en el paisaje. Con la sensación de haber roto la barrera del tiempo nos dirigimos al centro de la aldea, lugar donde estaban realizando las celebraciones. Ya era casi de noche, contemplé hipnotizado sus danzas, sus cuerpos desprendían un olor agradable y misterioso, se embadurnan con una resina que sacan de un árbol del bosque y a la que adhieren plumas, ese olor lo invadía todo. Iban de un lado a otro, se detenían en grupo y cuando menos lo esperabas salían corriendo hacia el río. Gritaban y reían de forma extraña, no entendía nada, no parecían responder a coreografía alguna pero tampoco era muy desordenado. Más tarde me explicaron que se trataba de juegos y bromas preámbulo de la ceremonia principal, un ejemplo de la alegría y simpatía que caracteriza a esta etnia.

Pasado un tiempo todo se relajó, pequeños grupos de Karajás recorrían la aldea “asustando” a sus gentes (formaba parte de las bromas). Como no nos habíamos desprendido del material de viaje y apenas habíamos comido una farinha de puba con rapadura pura de caña de azúcar (según Natural alimentos perfectos para la supervivencia en la selva), fuimos invitados por el cacique a cenar un pescado a la brasa (buenísimo, lo compartimos con las cientos de hormigas que lo invadían todo y que con la penumbra no notabas hasta que te correteaban por la mano), también algo de carne y arroz. Más tarde nos llevaron al lugar donde pasaríamos la noche, un pabellón donde realizan celebraciones. El olor y la sangre seca en el suelo respondían a la vaca que habían matado hace unos días.

Regresar a las celebraciones fue comenzar a tomar noción de los problemas que perturban el equilibrio de esta gente. De todos los hombres que participaban en los rituales (las mujeres no lo hacen), había una gran parte en estado de embriaguez, el alcohol está haciendo estragos. Los más jóvenes además de beber, inhalan pegamento, fuman marihuana y consumen otras sustancias que los están llevando a la desintegración. Otro factor negativo que afecta a los karajás, este más complejo de analizar, es la incursión en el seno de las propias aldeas de todo tipo de iglesias, principalmente bajo la denominación de “evangélicos”. El auge del protestantismo en Brasil se debe al pentecostalismo nacido en EEUU, especialmente a los neopentecostales. He conocido a tres caciques, uno ha sido pastor evangélico, otro, Tohobare, procesa una religión por el estilo, de Samuel os hablaré más tarde. Los chamanes ya no comunican con las fuerzas de la naturaleza, las técnicas arcaicas del éxtasis, que nos definiera en sus tratados Mircea Eliade, están desacreditadas, casi desaparecidas. Los rituales que pudimos contemplar asombrosamente se van manteniendo, también algunas tradiciones pero todo corre peligro de desaparecer. Su cultura se enfrenta al desarrollo de forma desapacible, pese a los esfuerzos de organizaciones indígenas y del propio gobierno con la FUNAI (Fundação Nacional do Índio), el choque cultural los margina y desubica. Por no hablar de los intentos constantes de desapropiación de sus tierras para la explotación de sus recursos. Viven en una constante amenaza, la que viene del exterior y la que se ha ido introduciendo en sus propios espacios, la fiebre por el consumo les ha abordado, la aldea está llena de desperdicios, de basura que no saben gestionar: pilas, plásticos, latas... al final todo lo lleva el río. La FUNAI se encarga de asegurar su integración, garantizan la sanidad con la FUNASA y la educación (bilingüe), invierte y da ayudas para proyectos. Todo parece correcto pero hay una corrupción tremenda, esté órgano de gobierno hace aguas, desde diferentes ámbitos se les acusa de desvíar fondos para beneficio de unos pocos, deja necesidades básicas sin cubrir, no soluciona la desigualdad social dentro de las aldeas, domina la desorientación y la injusticia. Por si fuera poco hemos podido comprobar como los indígenas están bastante discriminados, el resto de la sociedad se queja del especial proteccionismo del gobierno: ayuda económica desde que nacen, cesta básica, sistema de salud gratuito, grandes extensiones de tierra como reserva indígena donde sólo ellos pueden vivir, falta de restricciones en caza y pesca, nula integración en el mercado laboral convencional… Lo cierto es que los indígenas que mantienen su identidad original casi fueron exterminados. Hay datos alarmantes al respecto, en el 1500, cuando llegaron los portugueses, había entre uno y cinco millones. En los ochenta se redujeron a poco menos de 300.000. La Constitución de 1988 determinó la demarcación de las reservas indígenas, el plazo era de cinco años, por el momento el gobierno sólo ha demarcado alrededor de dos tercios de las 561 áreas reconocidas como derecho de los pueblos autóctonos. Estas tierras suman 98,6 millones de hectáreas, un 11,5% del territorio nacional, extensiones, como os comentaba, en lucha permanente por culpa de fazendeiros y con menos fuerza posseiros. Muchos indígenas siguen muriendo por este motivo. Aun así, gracias al reconocimiento y la (lenta) protección de sus territorios la población crece por encima de la media nacional.

A las cinco de la mañana, después de haber intentado inútilmente dormir (entre otras cosas había una tormenta espectacular, no me la podía perder), pudimos contemplar la parte más importante del ritual. Llovía a cantaros pero nada se detenía, unos niños disfrazados con trajes de paja danzaban, otros salían de “la cabaña del secreto de los hombres” con trajes que representaban a dioses, se dirigían a la muchedumbre, escogían a siete niños y se los arrebataban a sus madres. Los escogidos pasarían un tiempo en “la cabaña del secreto de los hombres” totalmente aislados. Allí nunca pueden entrar las madres, ninguna mujer. Los niños que pasan a la edad adulta a través de esta ceremonia son protegidos por los dioses, son fortalecidos.

Pasado el medio día dejamos Fontoura, la lluvia seguía cayendo, el cielo permanecía de un gris oscuro, el río se mostraba más amenazante, los tonos verdes de la selva eran más sombríos, la sensación que llevaba conmigo era agridulce.

Antes de regresar a Sao Félix, Natural nos llevó a otra aldea, allí conocimos al cacique. Samuel dejó a su etnia muy joven, estudió abogacía (derecho). No le gustó lo que vio en nuestro mundo “civilizado” y regreso a la aldea. Allí tuvo un desencuentro, pudo comprobar como su pueblo se dejaba llevar sin control arrastrado por el progreso, ¿preámbulo de desaparición de una cultura? Infeliz, después de muchos esfuerzos estériles, se alejó de su gente. Formo su propia aldea. Este lugar, además de ser hermoso, es un ejemplo de respeto al medioambiente. Samuel tiene muchas ideas para poder cambiar las cosas, para mantener las tradiciones sin renunciar al progreso, es un ejemplo digno de admiración, es una muestra de que no está todo perdido.

Samuel quiere compartir experiencias con personas de otros países, intenta que su cultura sea conocida y respetada. Desea iniciar proyectos que beneficien ecológicamente a la aldea y culturalmente a su pueblo. Trata de fomentar un desarrollo sostenible que sea ejemplo para el resto de las aldeas.

1 comentario:

  1. Preocupante testimonio. El septiembre pasado estuve en Mato Grosso y conocí a Natural. Un saludo

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